CAPÍTULO
IV
4 1 El hombre se unió a Eva, su mujer, y
ella concibió y dio a luz a Caín. Entonces dijo: “He procreado un varón, con la
ayuda del Señor”.
Lo que va a hacer una diferencia entre Adán y los
demás hombres, es que Adán reconoce en Dios al dador de vida. No se atribuye él
ese don, sino que le da la gloria a Dios, y se sugiere por primera vez nuestro
origen: somos criaturas de Dios y podemos llegar a ser hijos de Dios y por eso
dice la Escritura más adelante: “Dioses sois” (Salmo 82).
Sin
embargo, no podemos engañarnos, sacando de contexto las Palabras de Jesús,
porque Jesús dará una explicación muy clara y contundente en el Evangelio de
San Lucas; veamos:
“En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su
madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le
anunciaron: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte. Pero él
les respondió: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios
y la cumplen.” (Lucas 8, 19-21)
Con esta respuesta, Jesús deja claro que los
hijos de Dios NO son todos los seres humanos, como afirman algunos predicadores
y sacerdotes, aun de muy alta jerarquía, sino “aquellos que
oyen la Palabra de Dios y la cumplen.”
Y a los judíos que querían asesinarlo, Jesús
les dice:
“Ustedes
tienen por padre al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre. Desde el
comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay
verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y
padre de la mentira.” (Juan 8:44)
En consecuencia, decir que todos somos
hijos de Dios, no es verdad. Los que no cumplimos todo lo que dice la Palabra
de Dios y calumniamos o mentimos, así sea en lo más pequeño, no podemos
llamarnos, hijos de Dios y mucho menos lo pueden hacer los calumniadores y asesinos.
2 Más tarde dio a luz a Abel, el hermano de
Caín, Abel fue pastor de ovejas y Caín agricultor.
El oficio de cada uno de los dos hijos mayores de
Adán y Eva, define dos clases de personas opuestas, que representan a la
humanidad misma: Abel, el pastor, representa a los hombres de Dios que guían al
pueblo en el camino hacia Él como sacerdotes, profesores, profesionales o
padres de familia que se preocupan por el destino de las personas a su cargo,
más allá de lo meramente material. Son los que protegen y alimentan a las
personas en un acompañamiento para un crecimiento espiritual honesto.
Caín representa a aquellos que cultivan los bienes
terrenales, es decir a los materialistas, a quienes no les interesa sino su
propio beneficio y prosperidad económica. Son los que no guían a nadie, sino
que cultivan para su enriquecimiento. Son los que en su vida no se ocupan de
formar a la gente en los valores trascendentales, sino que ponderan solo lo
material y descuidan lo espiritual, porque en este contexto cultivar la tierra
es cultivar los bienes materiales.
3 Al cabo de un tiempo, Caín presentó como
ofrenda al Señor algunos frutos del suelo, (presentar
los frutos del suelo simboliza ofrecer bienes materiales) 4 mientras
que Abel le ofreció las primicias y lo mejor de su rebaño. (El
valor de las primicias y de lo mejor de un rebaño representa el ofrecimiento de
personas, no de bienes materiales.)
En la Biblia la oveja encarna al hombre que es
formado por el Señor que es el buen pastor) El Señor miró con agrado
a Abel y su ofrenda, 5 pero no miró a Caín ni su
ofrenda. (A Dios no le interesa lo material y por eso no mira la
ofrenda de Caín, porque no considera como una ofrenda lo material, pues todo es
obra suya)
El relato nos deja ver que los materialistas,
representados por Caín, ofrecen bienes materiales “frutos de suelo” en
tanto que las personas espirituales, como Abel, ofrecen bienes espirituales.
Dar “las primicias y lo mejor de su rebaño.” Eso es lo
que da Abel: almas conversas.
Eso explica por qué Dios no miró lo que ofreció
Caín. No es porque no pudiera o no quisiera verlo, sino porque a Dios no le
interesa ninguna ofrenda material, si no viene acompañada de algo mejor, y por
eso la actitud de Dios lo que busca es cuestionar a Caín, para que corrija la
calidad de su ofrenda.
Dios no necesita de bienes materiales ni se deja
sobornar por ellos. De lo que sucede se
infiere que Caín esperaba ser compensado por su ofrenda, en tanto que la
intención de Abel era desinteresada.
Abel representa a aquellos que ofrecen sus más
valiosos bienes, producto de un trabajo espiritual que es la formación de las
personas. Abel es el pastor que entrega a Dios almas convertidas que agradan
más a Dios que todos los bienes materiales que le quieran ofrecer, porque Él lo
creó todo y puede crear lo que quiera.
El valor de la ofrenda lo mide Dios por la clase de
bien y la intención con que se hace. Por desgracia muchos ofrendan dinero con
la intención de recibir recompensa (el cien por uno), a semejanza de Caín, y eso
no agrada a Dios. No quiere decir que no los recompense; por el contrario: Dios
recompensa a estas personas con bienes materiales y les multiplica lo que
ofrecen a la Iglesia, pero en el cielo no han ganado nada, porque ellos
pidieron una compensación para este mundo en donde todo se pudre y nada se
llevan. Esa es la gran falla de la teología de la prosperidad material.
La teología de la prosperidad propagada por
numerosas sectas y aun por algunos sacerdotes católicos, comete un craso error,
cuando centra su predicación en un ídolo que es el dinero o la prosperidad
económica, que erróneamente llaman bendición, bajo el supuesto de que las
riquezas de Abraham, Isaac, Jacob y José, eran demostraciones de la aprobación
de Dios, porque así lo interpretaron muchos rabinos y esa creencia la heredaron
de los judíos las Iglesias reformadas que tienen fuertes vinculaciones con
ellos.
Pero la verdad es que Dios les dio riqueza a los
patriarcas, porque era necesario para poder formar un pueblo independiente y
creyente, del que nacería el Mesías, pues no puede formarse una nación libre si
no tiene riquezas, como no puede una persona ser libre sin contar con una
propiedad.
Cuando se consigue la prosperidad, pero no se hace
el bien al prójimo, con las riquezas, solo se está atesorando para este mundo
en donde todo se acaba, se pudre, se lo roban o se lo come la polilla, de
suerte que se sale a deber en el más allá, porque al final seremos juzgados en
la caridad.
Por eso, quienes ofrendan y diezman a la iglesia
con fe en recibir multiplicada la ofrenda, y, al mismo tiempo explotan a sus
empleados y excluyen a los pecadores de sus empresas, en vez de buscar
convertirlos, sin duda reciben la recompensa en este mundo, pero en el más
allá, ¿podrán recibir algo?
Recordemos la parábola del rico y el pobre que da
muchas luces al respecto, lo mismo las palabras de Jesús que al contrario de lo
que pensaban los judíos, no le augura un buen destino a los más ricos y
prósperos puesto que ellos, por el simple hecho de no dar nada ni ayudar a los
pobres que están más cerca, se condenan y por eso cuando estaba entre las
llamas el rico Epulón suplicó misericordia a Abrahán que estaba en el Paraíso,
esto fue lo que le “Contestó
Abrahán: Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro,
en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y tú atormentado.” (Lucas
16: 25).
Esta parábola contiene una aparente contradicción,
pues Abrahán no era un hombre pobre, por el contrario, tenía muchos bienes, y
sin embargo estaba en un lugar privilegiado en donde no era atormentado y su
seno servía de refugio a los buenos judíos.
Jesús no dice que Abrahán estaba en el cielo,
aunque se pueda inferir, pero eso contribuye a fortalecer la hipótesis de otros
lugares, provisionales, en el más allá, además del cielo y el infierno. Es
decir dos lugares de paso o transitorios: el paraíso, en donde descansan los
buenos antes de la resurrección de los muertos para el juicio final, y el
purgatorio, en donde purgan y se purifican de sus pecados veniales e
imperfecciones los que se han salvado, pero irán pasando al descanso del paraíso,
provisional, a medida que vayan cumpliendo sus penas, para ser resucitados
también para estar en el juicio final. Estos dos lugares desaparecerán el día
del juicio final, para dejar solo dos alternativas: el cielo o el infierno. En
el cielo iniciará entonces el banquete de bodas porque ya el tiempo del
sacrificio perpetuo de Jesús habrá terminado y entonces al cielo, propiamente
dicho, solo podrán entrar los que en ese momento estén libres de toda macha
porque nada impuro podrá entrar allí. Pero, lo del paraíso provisional es solo
una hipótesis no una verdad revelada, que tendrá que ser revisada y ratificada
por la autoridad de la iglesia.
Al respecto, y basados en la parábola del rico y el
pobre, podemos decir que quizá, y solo quizá, el rico epulón, como le
conocemos, no estaba en el Infierno sino en el purgatorio. Si hubiese estado en
el infierno, se habría dicho que estaba en el infierno, pero en la escritura se
usa la palabra “Hades” que es el lugar de los muertos. Si el Hades fuera el infierno,
con toda seguridad el rico no podría hablar con Abraham ni trataría de
interceder por sus hermanos, sino que estaría atormentado por los demonios, blasfemando
contra Dios y contra Abraham. Pero esto es solo una conjetura, no una verdad
revelada, pues el relato es solo una parábola para llamarnos la atención acerca
de algo que sí es una verdad revelada: que al final seremos juzgados en el amor
que tuvimos a nuestro prójimo; en ese sentido, el rico glotón sí estaría
condenado desde ese momento al infierno, pero eso, solo Dios lo sabe. La
enseñanza de esa parábola muestra cómo la gula es un pecado capital y en tanto
que es una imperfección, deberá ser purgada y podrá llevarnos al infierno si,
por esa gula, negamos el pan al hambriento, que es el caso del pobre Lázaro.
En cuanto a la riqueza, no es esta en sí misma la
que condena al rico. ¿Será justo que quien nace en una familia rica se condene
por el simple hecho de serlo, o que quien consigue riquezas honestamente, lo
cual es bien difícil, se condene? La verdad es que el sentido de lo que dice el
Señor es una manera de llamar la atención a los que más tienen para que ayuden
a los pobres, como condición sine qua non
para salvarse.
Por otro lado, si alguien nace rico, lo más seguro
es que tenga una atadura de idolatría hacia las riquezas que no le permitirá
salir de esa cadena por herencia genética[1].
No obstante, hay excepciones como la muy conocida
de San Francisco de Asís, el fraile católico, que siendo hijo de un riquísimo comerciante,
abandonó su vida cómoda y llena de lujos al lado de su padre, para vivir como
un mendigo, ayudando además a los enfermos, leprosos, ciegos y lisiados más
pobres de su tiempo, y propagando la fe entre los cripto-paganos[2]
y musulmanes.
Volviendo al Génesis “Caín se mostró muy
resentido y agachó la cabeza. (Éste gesto denota envidia hacia su
hermano)
6 El Señor le dijo: “¿Por qué estás resentido
y tienes la cabeza baja? (El Señor espera una respuesta de
Caín que podría haber sido un reclamo, pero Caín no lo hace y guarda su ira,
porque quizá sí tenía un interés de por medio y aspiraba a una compensación,
por eso no se atrevió a decir nada; comprendía que Dios lo sabía y evitó
reclamar para no sentirse avergonzado cuando Dios le respondiera)
7 Si obras bien podrás mantenerla erguida; si
obras mal, el pecado está agazapado a la puerta y te acecha, pero tú debes
dominarlo”. (Dios le invita a resistirse a la envidia que
siente hacia su hermano, porque agazapado junto a la envidia está el odio que
Caín no dominará)
El resentimiento de Caín es el de los que esperan
en vano ser recompensados por Dios con prosperidad y riqueza. Cuando el Señor cuestiona
a Caín le está llamando la atención acerca de su manera de obrar, quizá porque
no fue desinteresada o bien intencionada su ofrenda, como tampoco lo es la de quienes
la hacen para que se les restituya el ciento por uno, basados en lo que Jesús
dice a sus apóstoles que lo habían dejado todo por seguirle: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos
o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio,
dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos,
hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo,
la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos
que ahora son los últimos, serán los primeros". (Marcos 10: 28-31).
Claramente Jesús se refiere a los sacerdotes,
religiosos y religiosas que se separan de sus familias y hacen votos de pobreza
y castidad para servirle exclusivamente a Él, y que sufren persecuciones.
Efectivamente, ellos, en la vida comunitaria, hallan a miles de hermanos que se
convierten en su familia y poseen efectivamente casas (parroquias y casas
curales) y haciendas (monasterios y conventos) que son las propiedades de la
Iglesia que son puestas a su disposición para su administración, como si fueran
de su propiedad.
Podríamos creer que habla también por los pastores
que obtienen fortunas con los diezmos, pero ellos no dejan a su familia, ni sus
bienes materiales, y algunos se apoderan de las ofrendas de las personas que
aún no identifican a la verdadera iglesia de Cristo porque son incautos y no
escudriñan las Escrituras por su cuenta, ni van a los oficios religiosos para
que se las expliquen, sino que se dejan manipular, aun en la lectura sesgada,
por gente inescrupulosa que solo ve en la predicación un negocio. Sobre ellos
hicieron muchas advertencias los Apóstoles.
8 Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos
afuera”. Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre su hermano y lo
mató.
Caín se convierte en el primer homicida. Ha
heredado los pecados de sus padres: la envidia hacia su hermano, porque Dios le
había reconocido el sacrificio ofrecido, se transforma en odio asesino. Este es
el mismo odio que manifiestan los paganos contra la prosperidad de la Iglesia
de Cristo.
Abel representa al sacerdote, porque solo son los
sacerdotes los que ofrecen sacrificios a Dios, de manera que es una alusión
clara a la persecución contra el clero que tiene una larga historia, desde el
martirio del diácono San Esteban y los doce apóstoles (Juan también fue
martirizado aunque sobrevivió a la caldera de aceite hirviendo), hasta los
actuales, cuya suma es imposible determinar con exactitud y que nos llevaría un
libro completo y muchos años de investigación, pues solo en Roma se han hallado
más de 5 millones de tumbas cristianas en las catacumbas en donde yacen los
pontífices martirizados hasta el siglo IV, y se han encontrado apenas 150.000
actas de martirio, que reposan en los archivos del Vaticano, sin contar a los
sacerdotes asesinados a lo largo de la Historia por los herejes en las Guerras
de Religión, por los indígenas en el proceso de evangelización de América
hispana, por los masones, liberales y ateos en las Revoluciones liberales de
Francia y América y en los procesos de secesión de Hispanoamérica y Filipinas
del siglo XIX, por los comunistas a lo largo del siglo XX, por los nazis durante
la Segunda Guerra Mundial, más los que hoy mueren día a día manos de los extremistas
islámicos en África y Oriente Medio, sin contar con otras clases de
persecuciones incruentas, pero igualmente crueles, lideradas por la masonería,
a través de los medios de comunicación.
El asesinato de Abel en la historia humana
representa, por eso, la persecución secular a la Iglesia de Cristo, a través
del asesinato de sus líderes: los apóstoles, obispos, presbíteros, diáconos y
laicos y las guerras fratricidas de baja intensidad, que aún azotan a muchos
lugares de la tierra.
La violencia se ensaña del mundo todos los días y
la persecución religiosa contra la Iglesia católica apesta, no solo por cuenta
del mundo extremista musulmán, sino de manera soterrada en el mundo protestante
anglosajón, como por ejemplo en Gran Bretaña, en donde la única religión a la
que le está prohibido asumir cargos públicos es a la católica romana. Igual en
los países nórdicos, que se inclinan cada vez más por el ateísmo, el satanismo y
el agnosticismo.
9 Entonces el Señor preguntó a Caín:
“¿Dónde está tu hermano Abel?”. “No lo sé”, respondió Caín. “¿Acaso yo soy el
guardián de mi hermano?”.
La respuesta de Caín es la misma de todos los criminales,
de los dictadores y grupos armados ilegales y aun, de los estados, que asesinan
y desaparecen a sus víctimas y argumentan no tener como función cuidar de los
demás. Es como los perros mudos que callan ante el aborto que es el genocidio
más cruel, inhumano y cobarde que existe.
Las víctimas invisibles del crimen intrauterino o
aborto, legalizado primero por países comunistas y luego por países
protestantes de Occidente, y ahora por algunos que fueron católicos y ahora son
laicos, con la anuencia de la ONU, suman cada año alrededor de 60 millones de filicidios
de indefensos bebés en gestación. Ya asesinarlos no es un crimen ni un delito
sino un derecho reclamado por las feministas, bajo argumentos absurdos, como
considerar un invasor a alguien que se está acabando de formar de su propia
materia, que vive por su propia sangre, pero que no está ahí por su voluntad
sino por la de la misma madre y el padre que lo engendraron.
El segundo genocidio más grande de la historia se
inició contra la Iglesia católica, como ya lo afirmamos, con la lapidación de
San Esteban por los judíos y se extiende hasta nuestros días cuando en Irak,
Irán, Siria y el Congo, principalmente, los yijadistas musulmanes continúan
asesinando y, algunas veces, crucificando católicos por motivos religiosos,
como en la época de la Roma pagana, sin que los medios protestantes hagan
públicos esos crímenes, como sí hacen públicos y difunden ampliamente los
pecados y delitos sexuales de algún sacerdote: objetividad dicen.
10 Pero el Señor le replicó: “¿Qué has
hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo.
La sangre que clama es la voz de la conciencia que
perseguirá a todas partes al asesino, porque cuando alguien mata a otro, está
rompiendo el plan de Dios, pues cada ser humano tiene una misión en el mundo y
la debe cumplir para que se haga la voluntad del Creador. Solo Él puede quitar
la vida, porque la ha dado.
Por eso Cristo dijo a Pedro cuando cortó al criado
del Sumo sacerdote la oreja: “guarda la espada porque el que a
hierro mata a hierro muere.” Así, Jesús estaba advirtiendo de
nuevo el sino trágico del asesino, la atadura de venganza que se cierne sobre
él y que le hará vivir en la zozobra y bajo el miedo, porque buscarán matarlo
los seres queridos de su víctima, o porque su violencia le llevará al encuentro
y confrontación con alguien peor que él.
11 Por eso maldito seas lejos del suelo que
abrió sus fauces para recibir la sangre de tu hermano derramada por ti.
Aparentemente Dios maldice a Caín, pero no es así.
Lo que realmente hace Dios es expresar a Caín lo que se ha acarreado en contra
por haber asesinado a su hermano. Hasta la propia tierra se volverá contra el
homicida. Dios no maldice a Caín, es Caín quien se maldice a sí mismo al
asesinar a su hermano.
12 Cuando lo cultives, no te dará más su
fruto, y andarás por la tierra errante y vagabundo”.
Sin duda esta es la suerte del que mata a otro. Sus
obras serán vanas y tendrá que ir de un lugar a otro sin tener paz, mientras
huya de la justicia.
13 Caín respondió al Señor: “Mi castigo es
demasiado grande para poder sobrellevarlo.
14 Hoy me arrojas lejos del suelo fértil;
yo tendré que ocultarme de tu presencia y andar por la tierra errante y
vagabundo, y el primero que me salga al paso me matará”.
En efecto, los asesinos deben dejar su tierra para
ir o a la cárcel o al destierro. Se tendrán que esconder para no ser
descubiertos y serán vulnerables a la violencia de otros. La maldición pesa
sobre todo asesino que tendrá que someterse a no poder vivir en su suelo ni a
tener paz ni dentro de sí, ni en el mundo que busca justicia o venganza. El
salir del suelo fértil hace referencia a no poder prosperar que es el lastre
más grande que tendrá el asesino.
15 “Si es así, le dijo el Señor, el que
mate a Caín deberá pagarlo siete veces”. Y el Señor puso una marca a Caín, para
que al encontrarse con él, nadie se atreviera a matarlo.
La declaración divina no es un precepto de Dios
contra el homicida, es la declaración de la atadura o cadena de venganza cuyo
primer eslabón ha fabricado Caín.
16 Luego Caín se alejó de la presencia del
Señor y fue a vivir a la región de Nod, al este de Edén.
El lugar adonde va a vivir Caín parece señalar a
Oriente como el lugar de donde procederá la violencia.
En efecto, si bien la violencia ha sido
generalizada en todas las civilizaciones, y muchos pueblos han sido
especialmente violentos con otros, las matanzas, genocidios y guerras más
despiadadas han provenido justamente del Oriente a través de las invasiones
bárbaras, la expansión del Islam, la expansión de los mongoles, el Nacional Socialismo
y la invasión comunista de Europa del Este por el imperio comunista de la Unión
Soviética.
Otras formas de homicidio más siniestras, porque
comprometen la vida eterna, provienen también de Oriente e invaden lentamente a
occidente como el ateísmo desarrollado por filósofos anglosajones, las
religiones panteístas y sincretistas que adoran demonios, animales, muertos o a
la naturaleza misma, provienen de India y la masonería y el satanismo de origen
askenazi surgieron en la cuenca del Caspio.
Los
descendientes de Caín
17 Caín se unió a su mujer, y ella concibió
y dio a luz a Henoc. Caín fue el fundador de una ciudad, a la que puso el
nombre de su hijo Henoc.
¿De dónde sale la mujer de Caín si solo estaba Eva?
Sin duda, Adán y Eva debieron tener muchas hijas y quizá una de ellas fue mujer
de su hermano Caín. No obstante, como Dios condena el incesto, y no es posible
que haya cometido un error, podemos concluir que lo que inferimos del primer
relato es cierto: que Dios no creó en el primer relato a Adán y Eva sino al
hombre en sentido genérico y a la mujer en sentido genérico, es decir a toda la
humanidad (varón y hembra los creó), por lo que habría más gente en el mundo
además de Adán y Eva, y que en realidad ellos son la representación de los
primeros que reconocieron en Dios a su Creador, lo que los hace diferentes al
resto del género humano, y por eso la historia se centra en ellos.
Aunque el nombre Adán significa en hebreo
humanidad, tanto Adán como Eva pasan a ser simplemente los primeros creyentes,
en tanto que el resto de la humanidad no se menciona sino de manera general, ya
que ellos son como muertos, por no ser creyentes. La diferencia entre el
viviente y el que no lo es, no es la vida biológica, porque todos la tenemos al
ser concebidos, sino la fe y el amor a Dios que se obtienen por una gracia
especial de Dios. El que no cree está muerto y, por eso no se le menciona con
nombre propio en el relato.
Pese a ser del número de los creyentes, Caín peca y
eso nos demuestra que aun las personas que creemos en Dios somos pecadores y
podemos caer en los peores pecados.
Cuando dice el autor bíblico que Caín fundó una
ciudad, no es posible que lo haya hecho si no hubiese más gente dispuesta a
poblar la ciudad, o si no hubiese vivido siglos y engendrado a miles de hijos
en muchas mujeres, no en una sola o en unas pocas, porque una sola mujer dando
a luz un hijo cada año y siendo fértil hasta los cincuenta, solo podría haberle
dado unos 35 hijos, con los cuales no se podría fundar una ciudad, a menos que
diera a luz trillizos en cada parto y aun así no sería posible.
Esto nos demuestra, que Dios había creado a muchas
más personas en el primer relato en donde dice claramente que: “creó
al hombre, a imagen y semejanza suya; varón y hembra los creó.”
18 A Henoc le nació Irad. Irad fue padre de
Mejuiael; Mejuiael fue padre de Metusael, y Metusael fue padre de Lamec.
19 Lamec tuvo dos mujeres: una se llamaba
Adá, y la otra, Silá. 20Adá fue madre de Iabal, el antepasado de
los que viven en campamentos y crían ganado.
No
se da el nombre de la mujer de Henoc. Tampoco se dice, de dónde salen las dos
mujeres de Lamec, si no había más gente. Este hecho ratifica lo dicho arriba:
que Dios creó primero a la humanidad en general y luego a la generación de los
creyentes que procedemos de Adán y Eva. Esto nos demuestra que sí había más
personas, pues es de esas personas que los descendientes de creyentes toman a
sus mujeres. Este hecho desestima de cierta forma la idea según la cual no es
correcto unirse con personas no creyentes. El creyente santifica al no creyente
en la unión conyugal.
21 El nombre de su hermano era Iubal, el
antepasado de los que tocan la lira y la flauta. 22 Silá, por
su parte, fue madre de Tubal Caín, el antepasado de los forjadores de bronce y
de los herreros. Naamá fue hermana de Tubal Caín.
El texto intenta describir el origen de las
personas según sus habilidades y destrezas, y los agrupa por estas
características.
No es habitual que se mencione a las mujeres por su
nombre, a menos que sean muy importantes ellas, sus hijos o ambos, pero la
omisión de nombres de las mujeres puede deberse simplemente a que no se
registraron o no le fue posible al compilador saberlos.
El canto de Lamec
23 Lamec dijo a sus mujeres: “¡Adá y Silá,
escuchen mi voz: mujeres de Lamec, oigan mi palabra! Yo maté a un hombre por
una herida, y a un muchacho por una contusión. 24 Porque Caín
será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta y siete”.
Lo que dice Lamec es la progresión de la atadura de
muerte que han tejido todos los que derraman la sangre de sus semejantes. La
sentencia de Lamec es la declaración de una cadena de venganza que pesará sobre
la humanidad por cada víctima asesinada y será la explicación para que existan
la guerra y la violencia, no por voluntad de Dios, sino como consecuencia de
los actos humanos.
La descendencia de Caín, diferirá de la de su padre,
porque Adán no comete el delito de homicidio, de manera que los descendientes
de Caín llevarán esa atadura por siempre, aunque inevitablemente puedan
cruzarse más adelante la estirpe de ambos y el afán de Dios por salvarlos hará
que el mismo Dios decida venir a pagar esas culpas en la cruz en donde será
sacrificado para pagar la deuda que la justicia exige, por todas nuestras malas
acciones, de manera que todos podamos ser perdonados y no tengamos que pagar
nuestros delitos en la eternidad.
Set y su descendencia
25 Adán se unió a su mujer, y ella tuvo un
hijo, al que puso el nombre de Set, diciendo: “Dios me dio otro descendiente en
lugar de Abel, porque Caín lo mató”.
26 También Set tuvo un hijo, al que llamó
Enós. Fue entonces cuando se comenzó a invocar el nombre del Señor.
De éste último verso inferimos que la descendencia de Caín no llamaba a Dios;
quizá por eso estaban bajo el signo y la atadura del homicida. La humanidad se
dividió de nuevo en dos clases de personas: la descendencia de Caín que no
invoca el nombre de Dios y la de Set que remplazó a Abel y que sí invoca el
santo nombre de Dios. La de Caín será la gente de guerra y la de Set la gente
que busca la paz.
[1] En este contexto la herencia genética es la tendencia heredada de
los padres a asumir determinadas actitudes y conductas buenas o malas, y que
demuestra la existencia real del pecado original, que es eso mismo, porque el
hombre no nace bueno como afirmaba Rosseau, sino con una semilla de maldad
dentro de sí.
[2] Paganos que fungen de católicos.
La Iglesia Católica es el Caín de hoy día, matando la ilusión de muchos niños con sus abusos sexuales en contra de ellos, hechos conocidos en todo el mundo.
ResponderEliminarNo se puede culpar a la Iglesia por los delitos de algunas personas que pertenecieron a ella; sería como decir que todos los Apóstoles eran unos traidores y ladrones porque Judas, uno de ellos, traicionó a Jesús y fue señalado como ladrón; y que como San Pedro lo negó tres veces, entonces la comunidad apostólica no es la Iglesia de Cristo, sino una comunidad de traidores y renegados. De hecho cuando Jesús, que es Dios, llama a Judas, lo hace sabiendo que sería quien lo habría de traicionar y cuando llama a Pedro ya sabía que lo iba a negar; pero ¿por qué los llamó? ¿para que se cumplieran las escrituras nada más? Pues no; lo hace también para mostrarnos y advertirnos que dentro de nuestra iglesia se iban a infiltrar muchos enemigos que intentarían y siguen intentando destruirla desde dentro, como judas que son los curas homosexuales pederastas, y hombres débiles como Pedro que la dirigirían; pero Él mismo dijo algo que nos permite identificar en la Católica a su verdadera Iglesia y es que "... las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Eso quiere decir que el pecado de miembros del clero, que es el que abre las puertas del infierno dentro de la misma iglesia, no podrá destruirla; de manera que con su palabra nos queda bien claro que es la Católica la única y verdadera Iglesia de Dios; es la que viene desde San Pedro, la que escribió y compuso el Nuevo Testamento y la Biblia, y la que es perseguida por los anticristos que salieron de ella misma; es decir los herejes; los fariseos que se conocen porque se creen muy santos porque dicen practicar la Ley, pero son como sepulcros blanqueados,pagan cumplidamente el diezmo de la menta y del comino, pero su corazón está lleno de odio y de maldad hacia la Iglesia que Dios fundó en sus apóstoles.
ResponderEliminarMala interpretacion.. un pensamiento sin argumentos biblicos . Y cuando no hay bases biblicas son heregias y los hereges no heredaran el reino de Dios..
EliminarMuy buena interpretación
ResponderEliminarMala interpretacion biblica... esta no es exegesis mas bien es iexegesis. Solo es pensamiento humano .. no edifica nada.
ResponderEliminarEstoy empezando q leer la biblia desde génesis y busque explicación del capítulo 4. Aclare muchas dudas. Se Se siente super bien conocer más sobre Dios y lo q nos dice con su palabra y no sólo leer por leer, sino darle el sentido profundo q su palabra merece y nutrirnos de El
ResponderEliminar
ResponderEliminarLos descendientes de Caín
17 Caín se unió a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Henoc. Caín fue el fundador de una ciudad, a la que puso el nombre de su hijo Henoc.
¿De dónde sale la mujer de Caín si solo estaba Eva? La verdad es que Adán y Eva debieron tener muchas hijas y quizá una de ellas fue mujer de su hermano Caín. No obstante, como Dios condena el incesto, y no es posible que haya cometido un error, podemos verificar que lo que inferimos del primer relato es cierto: Dios no creó en el primer relato a Adán y Eva sino al hombre en sentido genérico y a la mujer en sentido genérico, por lo que habría más gente en el mundo además de Adán y Eva que en realidad son los primeros que reconocieron en Dios a su Creador, lo que los hace diferentes al resto del género humano.
18 A Henoc le nació Irad. Irad fue padre de Mejuiael; Mejuiael fue padre de Metusael, y Metusa el fue padre de Lamec.
19 Lamec tuvo dos mujeres: una se llamaba Adá, y la otra, Silá. 20 Adá fue madre de Iabal, el antepasado de los que viven en campamentos y crían ganado.
21 El nombre de su hermano era Iubal, el antepasado de los que tocan la lira y la flauta. 22 Silá, por su parte, fue madre de Tubal Caín, el antepasado de los forjadores de bronce y de los herreros. Naamá fue hermana de Tubal Caín.
Estos versos dan cuenta de la descendencia de los creyentes en Dios que luego olvidarían el nexo divino.
El canto de Lamec
23 Lamec dijo a sus mujeres: “¡Adá y Silá, escuchen mi voz: mujeres de Lamec, oigan mi palabra!. Yo maté a un hombre por una herida, y a un muchacho por una contusión.