martes, 14 de enero de 2020

ANÁLISIS DEL CAPÍTULO 17 DEL GÉNESIS


ANÁLISIS DEL CAPÍTULO 17
Pacto de Dios con Abram. Circuncisión
1)    Mas después que hubo entrado en los noventa y nueve años, apareciósele el Señor, y le dijo: Yo soy el Dios todopoderoso: camina como siervo fiel delante de mí, y sé perfecto. 2) Y yo confirmaré mi alianza entre mí y entre ti, y te multiplicaré más y más en gran manera.
Este versículo es muy utilizado por los teólogos de la prosperidad, que toman la palabra multiplicaré, como sinónimo de prosperidad económica, para asegurar que la riqueza material es signo de que quien la posee es un siervo fiel a Dios, lo cual es bastante discutible si tenemos en cuenta que Jesús, que es Dios en persona, señala lo contrario, que para los ricos será muy difícil entrar en el Reino de los cielos. Lo dice así en la parábola del pobre Lázaro y el rico que murieron.
23 »Y mientras el rico sufría en el lugar adonde van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro sentado a su lado. 24 Entonces gritó: “¡Padre Abraham, ten lástima de mí! Manda a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego.” 25 Pero Abraham le contestó: “Hijo, acuérdate que en vida tú recibiste tu parte de bienes, y Lázaro su parte de males. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú sufres.” (Lucas 16: 23-25) 
También dice Jesús: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una agua que el que un rico entre en el Reino de los Cielos” (Mateo 19:24)
Siendo esto Palabra de Dios, mal hacemos en tratar de dar una interpretación distinta, basándonos en el Antiguo testamento ya que es el Nuevo Testamento la consumación del Antiguo y Jesús es quien le da a la Escritura su forma definitiva; nadie más tiene autoridad sino Él.
3) Postróse Abram sobre su rostro. 4) Y díjole Dios: Yo soy, y mi pacto será contigo, y vendrás a ser padre de muchas naciones. 5) Ni de hoy más será tu nombre Abram: sino que serás llamado Abraham: porque te tengo destinado por padre de muchas naciones. 6) Yo te haré crecer hasta lo sumo, y te constituiré cabeza o estirpe de muchos pueblos, y reyes descenderán de ti. 7) Y estableceré mi pacto entre mí y entre ti, y entre tu posteridad después de ti en la serie de sus generaciones, con alianza sempiterna: para ser yo el Dios tuyo, y de la posteridad tuya después de ti. 8) A este fin te daré a ti y a tus descendientes la tierra en que estás ahora como peregrino, toda la tierra de Canaán en posesión perpetua, y seré el Dios de ellos.
Sin duda, la promesa de Dios a Abraham de convertirlo en padre de muchas naciones se ha cumplido con las diásporas del pueblo de Israel, la del año 722 a.C. y la del año 70 d.C. Ellos se han expandido y fusionado con prácticamente todas las naciones de la tierra, de suerte que muchos llevamos en nuestro ADN  la sangre del pueblo hebreo o semita y tenemos el privilegio de recibir la bendición de su promesa y de escuchar su palabra cuando hay tantos pueblos que no lo han conseguido; quizá los que no han unido su sangre a la del pueblo escogido. Sin embargo, es necesario aclarar que la promesa fue heredada a todas las naciones, quizá a través de las diez tribus perdidas de Israel que se propagaron por toda la tierra, de suerte que no podemos saber con certeza a qué tribu pertenece cada pueblo.  
Sobre el versículo 8, los judíos interpretan este como la promesa de que ellos poseerán toda la tierra, es decir el planeta entero, pero quizá no es así, a menos que la cristiandad, que ha heredado la promesa cuando quedó roto el antiguo pacto en la cruz, consiga la conversión de los países musulmanes, de los budistas, hinduistas, y ateos, lo cual parece muy lejano todavía, si no se cae en la apostasía del ecumenismo que desconoce que solo se va al Padre por Jesucristo y que solo hay salvación en la iglesia que Él fundo en Pedro.  
   9 Dijo de nuevo Dios a Abraham: Tú, pues, también has de guardar mi pacto, y después de ti tu posteridad en sus generaciones. 10) Éste es el pacto mío que habéis de observar entre mí, y vosotros, así tú como tu descendencia después de ti: Todo varón entre vosotros será circuncidado: 11) circuncidaréis vuestra carne, en señal de la alianza contraída entre mí y vosotros. 12) Entre vosotros, todos los infantes del sexo masculino, a los ocho días de nacidos, serán circuncidados, de una a otra generación: el siervo, ora sea nacido en casa, ora le hayáis comprado, y todo el que no fuere de vuestro linaje, ha de ser circuncidado: 13) y estará mi pacto señalado en vuestra carne para denotar la alianza eterna que hago con vosotros. 14) Cualquiera del sexo masculino, cuya carne no hubiere sido circuncidada, será su alma borrada de su pueblo: porque contravino a mi pacto.
La circuncisión es una señal que Dios ordenó; sin embargo, dice Pablo en su carta a los romanos: "25. Pues la circuncisión, en verdad, es útil si cumples la ley; pero si eres un trangresor de la ley, tu circuncisión se vuelve incircuncisión. 26. Mas si el incircunciso guarda las prescripciones de la ley ¿no se tendra su incircuncisión como circuncisión? 27. Y el que, siendo físicamente incircunciso, cumple la ley, te juzgará a ti, que con la letra y la circuncisión eres transgresor de la ley. 28. Pues no está en el exterior el ser judío, ni es circuncisión la externa, la de la carne. 29. El verdadero judío lo es en el interior, y la verdadera circuncisión, la del corazón, según el espíritu y no según la letra. Ese es quien recibe de Dios la gloria y no de los hombres." (Romanos 2:25-29)
Así, el apóstol San Pablo aclara que esta señal no es necesaria en la nueva alianza que hizo Jesús con todas las naciones, ya que Jesús solo les pidió bautizar, obviando el otro requisito que quedó roto junto con el pacto al morir Jesús en la cruz y rasgarse el velo del templo de Jerusalén. La conclusión es que la alianza entre Dios y Abraham, que solo era para el pueblo hebreo, había quedado rota por el incumplimiento frecuente de los hebreos al pacto hecho con Dios, pues, como veremos, caían con mucha frecuencia en la idolatría y esa sería la causa del cautiverio en Babilonia bajo Nabucodonosor y luego de las diásporas. 
   15 Dijo también Dios a Abraham: “A Sarai, tu mujer ya no la llamarás Sarai, sino Sara. 16) Yo le daré mi bendición, y te daré de ella un hijo, a quien he de bendecir también, y será origen de muchas naciones, y descenderán de él reyes de varios pueblos.” 17) Abraham se postró sobre su rostro, y sonrióse, diciendo en su corazón: ¿Conque a un viejo de cien años le nacerá un hijo?, ¿y Sara de noventa ha de parir? 18) Y dijo a Dios: “¡Ojalá que Ismael viva delante de ti!”
La sonrisa de Abraham, que fue su única señal de oscuridad, o duda, hace que Dios determine que los pueblos árabes vivan al lado de los israelitas. Será una señal de lo que puede implicar dudar de Dios.
19) Y Dios respondió a Abraham: “Sí por cierto: Sara te ha de parir un hijo, y le pondrás por nombre Isaac, y con él confirmaré mi pacto en alianza sempiterna, y con su descendencia después de él. 20) He otorgado también tu petición sobre Ismael: he aquí que le bendeciré, y le daré una descendencia muy grande y muy numerosa: será padre de doce caudillos o príncipes, y le haré jefe de una nación grande. 21) Pero el pacto mío le estableceré con Isaac, que Sara te parirá por este tiempo el año que viene.”
 22) Acabado este razonamiento con él, se retiró Dios de la vista de Abraham.
 23) Entonces Abraham tomó a Ismael su hijo, y a todos los siervos o criados nacidos en
su casa, y a todos los que había comprado, a todos cuantos varones había en su familia: y los circuncidó luego al punto en aquel mismo día, como se lo había mandado Dios. 24) Noventa y nueve años tenía Abraham cuando se circuncidó. 25) E Ismael su hijo tenía trece cumplidos al tiempo de su circuncisión. 26) En el mismo día fueron circuncidados Abraham e Ismael su hijo. 27) Y todos los varones de su casa, tanto los nacidos en ella como los comprados y los de tierra extraña, fueron igualmente circuncidados.
El gesto de Abraham de obedecer de inmediato al designio divino es un ejemplo para todos nosotros y el hecho de circuncidar a todos los que vivían con él, aun siendo extranjeros prefigura el llamado a la conversión para toda la humanidad y no solo para la nación hebrea, a través de un signo que en aquel tiempo fue la circuncisión y ahora es el bautismo.

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